Articulo borrador: "La psicología apesta"... Sin revisar.
Hoy día la psicología está sobreestimada: se nos convoca a los profesionales de la salud mental, y más bien, a los psicodiagnosticadores y psicoterapeutas, a ocupar un espacio muy comprometido, de fusible. Se nos pide que determinemos quién está preparado para realizar tal o cual tarea, y cada vez son más los roles que dependen de nuestra opinión sobre quién está preparado para ocuparlo y quién no. Esperan que vaticinemos el comportamiento futuro de la gente. Que usemos nuestras técnicas de exploración y que dictaminemos una verdad garantizada QUE NO EXISTE.
Por algún motivo, mis colegas se han identificado con toda esta serie de características superadoras de lo humanamente posible, que se proyecta sobre la persona del psicólogo. Sintomáticamente, transferencialmente, se nos atribuyen estos superpoderes: el de la futurología, el de la detección de la mentira, el de la garantía de la verdad. Nos piden que periciemos al acusado, a la víctima, al policía, al juez... Y paradójicamente, no al diputado, al senador, los ministros, gobernadores, al presidente... Así, las leyes nos atrapan en el medio, el justo medio, el lugar por el cual se rompen las cadenas.
En la carrera de grado se nos enseña que nunca hemos de identificarnos con el síntoma; con ningún síntoma. No hemos de asumir el rol que sintomáticamente se nos transfiere. ¿Cómo pudo suceder que nos hayamos dejado caer en este nudo? NO ES CIERTO QUE EL PSICÓLOGO PUEDA GARANTIZAR ALGO.
De hecho, nuestro trabajo es fundamentalmente el de ayudar a las personas a descubrir la incertidumbre de la vida, la certeza de la muerte y a convivir con esas únicas verdades indiscutibles. Todos los síntomas humanos son la forma enferma de negar la incertidumbre y la muerte. Vivimos en una sociedad enferma de miedos y ávida de certezas, de números estadísticos, que te mienten diciéndote que si yo me como dos pollos y vos ninguno, el promedio es de uno cada uno... He ahí el éxito de las estadísticas: son, al decir de los psicólogos sistémicos, el paliativo a la incertidumbre que dan las EXPLICACIÓNES DORMITIVAS. O cómo todos los psicólogos clínicos sabemos, también es prueba de lo que aquí intento exponer, el que cualquier padre prefiere que le digamos que su hijo tiene un tumor en el lóbulo prefrontal, a que confesemos que no estamos seguros de lo que su hijo padece, que necesitamos más entrevistas.
Y empiezo a sospechar que muchos de mis colegas son incapaces de aceptar su secreta incapacidad para dar una certeza, y muchas veces olvidan el consejo del prócer psicoterapeuta: si no sabe que hacer, espere a saberlo (y por carácter transitivo, si no sabe qué decir, diga que no sabe qué decir, en vez de valerse del cómodo silencio estratégico, o el glíglico dormitivo... MENOS QUE MENOS INVENTAR UNA PAVADA VEROSÍMIL!).
Yo sostengo a rajatabla mis compromisos terapéuticos; esa es mi fundamental herramienta, lo más cercano a la verdad y lo garantizable. Prometo secreto, encuadre, y la misma espontaneidad y franqueza que pido. Amén de asegurarles que si alguna vez siento que su caso supera mi capacidad como profesional o como persona se los haré saber cuánto antes (no sin asegurarme de poseer al menos una orientación para ofrecerles, algún lugar donde llevar su inquietud, el nombre de algún colega que se me antoje “mejor” que yo).
Pero al fin y al cabo el problema comienza en el momento en el que nuestro sistema enfermizo, nos convoca a sanarle; y distraídamente, respondemos a determinadas demandas transferenciales, lo que nos convierte en un gremio de malos psicólogos. Yo me niego a formar parte de la mentira. Mi juramento es en nombre de la no-mentira, ya que la trampa es que si bien no hay verdad, sí hay mentira y no-mentira. Porque no mentir no necesariamente es decir la verdad, sino simplemente ser sincero y espontáneo.
Y repito, me resisto a actuar el papel al que se nos convoca: nos consultan padres preocupados por el posible sufrimiento traumatizante de sus hijos, y sabemos que lo mejor que les puede pasar es un trauma. Me miran atónitos cuando se los informo. Les digo que lo más probable es que sus hijos sean abuelos dentro de unos 50 o 60 años. Más o menos neuróticos, pero con nietos. Y nos vienen a ver matrimonios que discuten; y la ley habla de violencia proscripta. Y es otra mentira. No hay vida sin un grado de violencia. De agresión en alguna medida. Así como tampoco hay represión sin presión. Y sin represión no hay neurosis, y es una sociedad de neuróticos; porque los psicóticos no se asocian... a lo sumo lideran causas locas. Alguien tiene que hacerlo.
Y volviendo a las parejas, los psicólogos sabemos que únicamente el amor hace posible la sociedad goce-deseo... ¿CUÁL DE NOSOTROS PUEDE DECIR QUE SABE QUÉ DEMONIOS ES EL AMOR? (Más allá de poder decir “piedra libre” cuando hay que hablar del pegamento que mantuvo unidos al agua y el aceite!). Fuera de eso, es imposible la pareja: es la guerra eterna. Y allá vamos: a por el deseo de uno de los integrantes de la pareja. Cómo no van a ser máquinas de separar parejas mis colegas? No advierten, no ofrecen la advertencia que el resultado natural de una psicoterapia es el cambio (de una buena psicoterapia) de quien consulta, y siendo que el otro quizás se enamoró de aquello que va a cambiar, y que el paciente va a cambiar de elecciones en su cacería del verdadero (!) deseo que oculta su neurosis, quizás deje de gustar de lo que el otro le ofrecía (un parche a su deseo neurótico) y claro está, la separación sí es vaticinable... Somos un gremio neurótico. Enfermizo. Parte del problema.
Tengo, he tenido, decenas de pacientes varones “victimas de violencia”; nadie los escucha. Somos una sociedad asquerosamente llena de prejuicios, y hoy día, emplumada de ínfulas de desprejuicio e “igualitariedad”, en la que un hombre no puede ser víctima, no tiene instancias que alojen su pedido de ayuda. Y a quién le piden que pericie? A un gremio de mujeres golpeadas, víctimas de violencia, de seducción adulta cuando niñas, cuya sociedad de colegas (el “colegio”) se pronuncia detractor de la teoría de la alienación paterna: mujeres que se valen de la neurosis legal para conseguir que sus ex-maridos paguen un porcentaje de sus ingresos, y tengan un régimen de visitas, o sino... Y a nadie se le ocurre que más saludable sería que los chicos cuenten con una cuenta bancaria en la que equitativamente depositaren sus padres. Ningún juez obliga a la pareja parental a llevarse bien a riesgo de apercibimiento. A ningún legislador se da cuenta que en realidad LA LEY DE FAMILIA ES UN ERROR...
Y mientras tanto, somos un gremio de estúpidos, en el rigor del sentido de la palabra. Las facultades están llenas de locos que creen van a recibirse de cuerdos. Y la única semi-verdad es que sólo somos útiles más allá de cierto límite imposible de dibujar, y dentro del mismo, apenas somos compañeros del normal transcurrir de las cosas... SOMOS UN GREMIO DE MENTIROSOS... Dice el adagio: el loco construye castillos en el aire; el psicólogo los pone en alquiler; el neurótico los habita, a un costo altísimo...
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