jueves, junio 25, 2009

Un muerto en el diván.

No puedo seguir pensando en ella. Me quita el sueño. ¡No es justo! ¿Cómo puede un alma quedar tan prendida de un recuerdo? Mi psicoanalista no entiende o no me quiere decir nada. ¿Tiene cura esto?
No se si tengo esperanza de salir de este lugar. Azulejos negros. Un mal sueño. Un mal recuerdo lleno de buenos recuerdos. ¿Qué mierda es el amor? ¡Que mierda es el amor! Quiero salir. Quiero irme. Estoy medio muerto y medio vivo. ¿Cuál es el medio vaso lleno? ¿Acaso no será la vida un vaso que se vacía? ¿No será un vaso que se llena? ¿Se llena o se vacía? Tengo que dormir bien, para después despertar bien. Mi vida se va yendo gota a gota, cuando el plan era irla llenando. Fin. No soy ningún gran autor. No soy ninguna gran persona. Me voy achicando. Estoy lleno de puntos raros. Como una media mal cosida. Como un herido mal suturado. ¿Quién me va a escuchar ahora? Estoy lleno de palabras que quisieran ser bonitas y dirigidas a unos oídos que no encuentro. La cadena no se corta. Estoy ahí, hundido en medio de un canal fangoso; con nombre y apellido, yo, Juan Pablo París. En el fondo y mas abajo. El muerto. Ese que fijó el extremo de una cadena que sostenía un barco; la cadena tensa, prendida al fondeo de un barco lleno de posibilidades. ¡No quiero ser nada mas que una piedra! Una fecha. Un sitio. Quisiera ir a buscarme y desenterrarme. Convertirme en la piedra fundamental de mi vida. Estoy tan cansado... pero no consigo dormir. No logro un sueño reparador de tantas cosas malas. Soy la contradicción que me perpetúa en este puto lugar. ¡Quiero poder amar! ¡Quiero poder trabajar! Amarme. Trabajarme. Sintonizarme.
Hoy me gustaría pensar en proponerme dar fin a tanto dar lastima. Ser mi orgullo perdido. Por ahí, hasta olvidarme. Escribirme. Pensarme. Hacerme. Empezar. ¡Maldita palabra! Palabra pesada. Mucho peso clavado en el fondo del río. Tanto tirar la cadena. Tanto sostener mi barco. Estoy cansado de sostener. Me gustaría soltar. Soltarme. Hacer que me suelten. Dejar de pesar. Diez años no es nada. Treinta no es nada. Es un hermoso tiempo para dejar de tirar de la cadena. Esta hoja. Esta maldita hoja vacía, que me pide cosas; me pide palabras que no tengo. ¡Dejen de pedirme lo que no tengo! Ya fue. Ya fui. Ahora quiero ser yo.

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